UNA TARDE CUALQUIERA.

#MultiTaskingGirl

Martes a la tarde. Salgo del Psicólogo y camino una cuadra hasta un café tipo veggie en pleno centro porteño. Ahí me encuentro con ella, a quien conocí hace unos meses gracias a nuestros trabajos (actualmente es Productora de moda, estudiante de Relaciones Públicas y está en plena búsqueda de nuevos horizontes). Sé por muchas conversaciones que tuvimos a lo largo de estos meses que llevamos en contacto, que está ávida de trabajar;  es muy responsable, llama poderosamente la atención la madurez que tiene para sus 20 y tantos años  y además, para Irina y para mi tiene algo; un “no se qué”, que aún no podemos explicar y que nos llevó a invitarla a una reunión.

Este año, mi socia y yo, estamos decididas a dar pasos nuevos, aun cuando debamos volver a arriesgarnos. La idea que cobró más fuerza en los últimos tiempos fue la de agrandar la consultora: sumar a alguien que aporte mucho más que clientes; un aire fresco, nuevas caras, ideas y sobre todo, buena onda. Alguien que pueda sumarse para crecer, ella, nosotras, todas, enriquecernos mutuamente y divertirnos. Insisto en este punto porque cuando pierdo la sonrisa en las cuestiones laborales, lo detesto. Tengo la mejor profesión del mundo y para mí, el trabajo más creativo… ¡no puedo darme el lujo de estresarme!.

Volviendo al martes, en nuestro encuentro de café conversamos durante dos horas y media mientras yo devoraba  un sándwich con más ingredientes de los que mis brackets pueden soportar; hablo, degluto y pienso con una capacidad extraordinaria (muy #MultiTaskingGirl) mientras  ella comienza a contarme sobre su vida. En ese preciso momento entendí qué se me volvía tan familiar para nosotras. Ella, Irina y yo tenemos la misma madera y una historia familiar muy parecida… demasiadas coincidencias. Una especie de mujeres fuertes que como imagen tuvieron a otras mujeres fuertes. Charlamos de todo: la vida, esas historias personales, el amor, los viajes, los estudios y así un sin fin de temas que dos féminas pueden tocar en un encuentro.

Nos despedimos con una sonrisa y un abrazo, yo caminé unas cuadras hasta el colectivo que me devolvería a casa y pensaba sobre cómo la informalidad bien llevada facilita el acercamiento de las personas. Aunque tenga prohibido por mi terapeuta mezclar los sentimientos con lo laboral, pregono con devoción por las relaciones que te aportan algo más. Ese “no se qué”. A mí me gusta tener una buena relación con mis clientes, colegas y proveedores y trato de rodearme de esas personas con las que puedo construir algo más que un mero pacto de trabajo: me gustan los saludos de cumpleaños, las palabras de aliento y hasta los retos cuando vienen con aprecio y sirven para crecer. Siempre.

         24/07/2016        BLOG

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